Arena, pero pura
Todo empieza con un componente muy abundante en la
Tierra. La arena. No es la arena que encontramos en la playa, sino una más pura
formada en su mayor parte por dióxido de silicio, que es calentada a miles de
grados de temperatura y sometida a diversos procesos químicos con el fin de
obtener silicio puro. El resultado es un cilindro de silicio prácticamente puro
Este cilindro se corta en obleas, que son posteriormente pulidas y a las que se le
aplica un químico fotosensible. Mediante una luz ultravioleta que es proyectada a través de una plantilla, mediante un proceso
similar al revelado fotográfico
analógico de carreta, se proyecta el circuito en la oblea con la forma del procesador que el fabricante ha diseñado. Este proceso se puede
repetir cientos de veces en la misma
oblea, pues estas pueden tener un tamaño aproximado de
unos 90 cm de
diámetro, y pueden llegar a contener el dibujo tintado de cientos de CPU.
Silicio y cobre, la clave
Una vez teñidas, las obleas son sumergidas en un disolvente que deja sólo el patrón sin ningún químico. Una máquina deja grabado el patrón en la oblea, y procede a bombardear con iones, que son átomos cargados de energía que se incrustan en el silicio, cambiando la manera en la que conducen la electricidad y creando así los transistores. Es por esta propiedad del silicio,
que lo hace sensible a los iones, que es utilizado en la industria.
Pruebas y empaquetado
El circuito resultando es testeado, y si funciona correctamente, son empaquetados de manera que en la parte superior quede carcasa de metal, que es la que hace contacto con el disipador mediante la utilización de pasta térmica, y un circuito inferior que hace contacto con el socket de la placa base.Antiguamente, los pinchos estaban situados en el propio paquete de la CPU, pero para evitar que se doblaran y sufrimientos innecesarios, estos fueron cambiados y ahora van integrados en la placa base. Sólo hay que dejar caer el chip para que este encaje.
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